En Esencia el perfume a medida, un regalo diferente


Sobre el perfume y las personas
El perfume ha estado vinculado a la humanidad desde sus inicios. Presente en los grandes eventos, celebraciones y ceremonias, como ingrediente sutil pero determinante para generar determinados ambientes, actitudes y estados emocionales: ceremonias, funerales,...
Textos de la China ancestral refieren en el 8000 AC el uso de aromas y perfumes. En Japón era común llevar bajo el kimono una pequeña bolsa con aromas y plantas curativas. Se reconoce el gran poder del perfume, dando prevalencia al sentido del olfato, frente a los otros cuatro. Desde la India, el arte de perfumarse se recoge el Kamasutra para favorecer el encuentro amoroso. Los vedas hacen un uso ceremonial o terapéutico de varios cientos de perfumes, práctica vigente hoy en la medicina ayurvédica. Las culturas milenarias tenían incorporado el uso de aromas a muchas facetas de su día a día: la práctica culinaria, estética y de aseo, la médica y espiritual.
En Egipto ya en el 3000 AC se utilizaban extractos de plantas en usos terapéuticos o rituales. En la antigua Mesopotamia, sumerios, babilonios y hebreos realizaban prácticas aromáticas con fines religiosos, incluso aromapsicológicos, como la meditación. De Egipto pasaron a Grecia, donde se utilizaban talcos, aceites y resinas on de esencias y perfumes para fines curativos o estimulantes.Hipócrates, padre de la medicina, utilizaba concentrados de perfume para combatir ciertas enfermedades. Los romanos asimilaron esta práctica y popularizaron el uso de los perfumes.La influencia del Cristianismo hizo que el uso del perfume pasara a un segundo plano.
La cultura árabe impulsó el uso y experimentación de perfumes con el surgir de la alquimia como nueva ciencia. Se atribuye al persa Avicena -año 980 AC- la destilación y la creación del agua de rosas de Damasco. Con la llegada de los árabes a España la perfumería se extendió al resto de Europa. Los países mediterráneos contaban con el clima adecuado para el cultivo de plantas aromáticas, como la rosa, el jazmín, la lavanda y los cítricos, aprovechados por los árabes, haciendo del perfume el foco de su actividad comercial.
Desde la Edad Media y hasta el siglo XIX, los perfumes se utilizaron contra las epidemias de peste y cólera. Curiosamente, los perfumistas, que trabajaban con aceites esenciales, apenas fueron afectados. Los nobles se perfumaban con aromas intensos y persistentes, para “tapar” los olores más ocres característicos de una higiene escasa. Se atribuye al catalán Arnaldo de Vilanova la introducción del arte de la destilación en Europa en el SXIII. También en este siglo, El Rey Felipe II Augusto dio una concesión para la creación y comercialización de perfumes, apareciendo las primeras escuelas oficiales. Esta concesión fue renovada por Juan II, por Enrique III y por Luis XIV, convirtiéndose así Francia en la cuna occidental del perfume.
En el Renacimiento se perfeccionan las técnicas extracción de esencias puras. El alemán Jerónimo de Brunswick, mejoró los procesos de destilación y referenció 25 aceites esenciales. En el SXVII supuso la era de los herboristas ingleses como Nicholas Culpeper.
En el siglo XIX se descubre el proceso para crear productos aromáticos mediante síntesis. Con esta técnica las sustancias no son naturales -por lo que queda fuera del ámbito de la aromaterapia- pero logran combinados menos volátiles, más estables y duraderos, abaratando también los costes de producción. En el siglo XX, los doctores Gatefosse y Maury utilizaron aceites esenciales con fines curativos, iniciando formalmente la práctica de la aromaterapia y la aromapsicología.